La lactancia materna abarca una etapa esencial durante el primer período de la vida, siendo un factor clave para el correcto desarrollo de tu bebé. Este alimento completo aporta los nutrientes necesarios para su crecimiento y desarrollo, además de generar un fuerte vínculo madre-bebé.
Leche materna, ¿por qué es tan especial?
La leche materna es el mejor alimento para todos los recién nacidos.
Desde el nacimiento, tus pechos tendrán la leche que tu bebé va a necesitar en sus primeras tomas, el calostro. Tiene nombre diferente porque su composición es distinta, más adecuada a las necesidades de un recién nacido: es más espesa, porque está más concentrada, tiene más proteínas y vitaminas A, E y K, minerales y, lo que es más importante, una mayor cantidad de elementos inmunológicos que la leche madura, y que no contiene ninguna leche artificial.
El calostro da paso a la leche de transición, que va variando su composición de acuerdo a las necesidades del bebé, hasta aparecer la leche madura al 4º-15º día, que es más rica en grasa y mantiene en su composición inmunoglobulinas y células vivas, indispensables para un correcto desarrollo inmunitario de tu bebé.
La composición cambiará en función de lo que requiera en cada momento tu bebé: una mamá de un prematuro fabricará leche diferente a la de una mamá de un niño nacido a término, y será distinta la leche de una mamá de un bebé sano y la de otra mamá de un bebé de la misma edad resfriado.
La composición también varía durante la toma, siendo la leche inicial más ligera y rica en azúcares y la del final, más grasa y saciante.
La lactancia materna deberá ser exclusiva hasta los 6 meses de edad, tiempo en el cual él bebe deberá iniciar alimentación complementaria y deberá mantenerse, al menos, hasta los 2 años de edad, según indica la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Beneficios de la lactancia materna para tu bebe.
Un bebé alimentado con leche materna tendrá menos infecciones respiratorias, gastrointestinales y de oído, un desarrollo motor, cognitivo e inmunológico óptimo (la leche materna es lo que la naturaleza ha previsto para que el sistema inmunológico infantil termine de desarrollarse, y hay que tener en cuenta que el estado inmunitario será determinante a la hora de afrontar numerosas enfermedades a lo largo de la vida), menos alergias, menos problemas digestivos y mejor flora intestinal, menos estreñimiento y verá reducido el riesgo de muerte súbita del lactante.
Además, disminuye el riesgo muerte súbita del lactante, enfermedad celiaca, caries, diabetes, cáncer de mama (en niñas que hayan sido amamantadas), enfermedades inflamatorias intestinales crónicas, esclerosis múltiple y obesidad.
Para la mamá: reduce el riesgo de cáncer de mama y ovario, de desarrollar diabetes tipo 2, mejora la remineralización de los huesos, reduciendo la osteoporosis en el futuro, disminuye la incidencia y gravedad de la depresión postparto, facilita la recuperación postparto reduciendo el sangrado, ayuda en la pérdida de peso en el postparto y favorece el vínculo con el bebé.
Además, la prolactina (hormona que estimula la secreción de la leche a través de una acción directa sobre la glándula mamaria) hace que el sueño sea más profundo y reparador. Al contrario de lo que se suele creer, dando el pecho descansarás mejor.
¿Cuántas y con qué frecuencia?
La lactancia es a libre demanda, ya sea materna o artificial. El pecho no entiende de relojes, habrá niños que mamen menos tiempo y más veces a lo largo del día y otros que hagan tomas muy largas y menos frecuentes (sí, también los hay que hacen muchas tomas y bastante eternas).
Debes saber que hay algunas etapas de máximo crecimiento en las que los bebés demandan más pecho, esto ocurre para que tu producción aumente. Tranquila, es agotador, pero en pocos días todo volverá a la misma rutina, estos brotes o crisis de lactancia son absolutamente normales. Suelen ocurrir a las 3 semanas, al mes y medio, a los 3 meses, al año y a los 2 años.
La mejor manera de afrontar una crisis de lactancia es con información. Sabiendo que existe, por qué pasa, que está asociado a ciertos momentos de la lactancia, donde suele ser más habitual y cómo se puede solventar, puedes gestionar mejor este momento.
¿Cómo dar el pecho?
Cuando lleves tiempo amamantando descubrirás que te manejas a la perfección casi en cualquier postura, pero cuando nunca lo has hecho, es normal que tengas dudas sobre cómo colocarte.
Es imprescindible que estés cómoda, una toma puede ser muy cortita o hacerse eterna, tu confort es indispensable.
Tu bebé deberá tener su cuerpecito alineado y bien pegadito frente a ti, sin tener que girar la cabeza. Deberá agarrar más areola bajo el labio inferior que bajo el superior.
Truco
Para que abra bien la boca y se agarre adecuadamente puedes rozarle la nariz con el pezón, ya verás el increíble efecto que consigues con algo tan sencillo.
Cuando succione no deberás oír chasquidos con su lengua, los labios los tendrá evertidos hacia afuera, con la boca bien abierta (como comiendo una gran hamburguesa, no como sorbiendo un espagueti) y verás sus mejillas redondeadas, no hundidas.
Si quieres amamantar tumbada, no tienes más que colocarte de lado y darle a tu bebé el pecho que quede más bajo, recuerda que él no debe girar la cabecita, por lo que deberás girar su cuerpo hacia ti sosteniéndole para que no ruede y quede boca arriba.
Si prefieres estar sentada, coloca al bebé girado hacia ti con la ayuda de un cojín de lactancia o tus brazos. Si le das el pecho izquierdo, tu bebé apoyará su cabecita sobre tu antebrazo izquierdo, con esa mano puedes sostenerle por la espalda o los glúteos, quedándote libre la derecha.
Lo más valioso para una lactancia materna exitosa es una correcta información y apoyo de los profesionales y del entorno familiar. Aunque tengas suerte y tu lactancia sea muy sencilla, es más que probable que te lleguen consejos de personas desactualizadas que te puedan hacer dudar si no tienes los conocimientos adecuados.